La curiosidad y el azar algunas veces traen sorpresas agradables consigo y este mes de junio me ha permitido llegar hasta Wardruna. Tal vez algun@s los conozcan, yo no había oído hablar de ellos antes, pero nunca es tarde si la dicha es buena.
Wardruna es un grupo, bueno, más correcto sería catalogarlo de proyecto musical, nacido en Noruega y fundado por Einar Kvitrafn Selvik. Hasta la fecha han lanzado tres discos al mercado que conforman una trilogía dedicada a las 24 runas, las antiguas Futhark, interesante para todos aquellos aficionados a la mitología nórdica.
Einar Selvik procede del mundo del heavy metal, habiendo cultivado estilos como el trash, el black o el folk metal, pero en 2003 decide embarcarse en un nuevo y ambicioso proyecto para el que cuenta con Ghaal, con el que ya había coincidido en la banda Gorgoroth, y con Linda-Fay Hella. Nace así Wardruna, un espacio experimental para la recuperación de antiguos instrumentos noruegos y la métrica poética utilizada en tiempos remotos, apostando por las letras tanto en noruego actual, como en el idioma originario (proto-noruego) de aquellas tierras. Por si eso fuera poco, algunas canciones llegan a grabarse al aire libre y el grupo recurre incluso a rocas, árboles, agua o antorchas para enriquecer el ya de por sí embriagador, hipnótico y místico sonido de Wardruna.
"Runaljod-Ragnarok" (2016) es el último disco hasta la fecha y el que pone fin a la trilogía. Aunque a mí es el que más me ha gustado de los tres, reconozco que vale la pena escuchar también los dos primeros, "Runaljod-Gap Var Ginnunga" (2009) y "Runaljod-Yggdrasil" (2013), y dejarse llevar. La rica presencia de distintos elementos de percusión, cuerda y viento en las composiciones de Wardruna, que poseen algo primario y ancestral, convierten su escucha en algo bastante evocador y, aunque puedan tener un cierto aire de oscurantismo, no dejan de ser piezas bastante bucólicas en que la combinación de instrumentos, ambientación y la épica de los coros dotan al conjunto de una belleza singular.
Ellos mismos, en su web, afirman lo siguiente: "Todos estos elementos se tejen cuidadosamente en un rico paisaje musical y se complementan con voces susurrantes, canciones melódicas y coros poderosos. Aunque la música de Wardruna comparte características con música típicamente etiquetada como folk, world y/o ambient, ninguno de estos géneros puede realmente describir su estilo único. Éste debe ser realmente experimentado".
Para terminar, añadir que Wardruna ha colaborado con Trevor Morris en la banda sonora de la exitosa serie de televisión "Vikings", más concretamente en la segunda temporada. Como curiosidad, además, decir que el propio Einar Selvik llegó a participar como actor en algunos episodios. Os dejo con el vídeo oficial de "Raido":
Y para los fans de "Vikings", os dejo con un vídeo que mezcla imágenes de la serie con la preciosa y poderosa "Helvegen":
Me hice con él el fin de semana pasado, pero Sabaton lo había publicado bastante antes, de hecho "The Last Stand" era lanzado al mercado en Agosto de 2016. Fieles a su estilo y a su apuesta por la temática bélica, la banda de power metal sueco dedica este disco, como reza su título, a la resistencia, a la obstinación, a la osadía (o inconsciencia) de pequeños grupos de hombres que plantaron cara a situaciones de clara inferioridad y lograron repeler al enemigo, caer con honor o, con su sacrificio, permitir que otros sobrevivieran. Eso le añade más de carga épica a "The Last Stand", algo que de por sí ya lleva Sabaton en su ADN.
Los suecos se han hecho un nombre en muy poco tiempo. Hoy es un banda respetada con multitud de seguidores y fans, más que consagrada y apostaría por ellos como uno de los grupos más potentes en los años venideros. Cuando las vacas sagradas del heavy metal, mal que me pese, vayan dejando los escenarios porque el curso natural de las cosas se va abriendo paso, Sabaton parece destinada a ser banda predominante. Y motivos no faltan: estilo propio, potencia, melodías pegadizas, buen directo, trabajadores incansables (8 discos en 11 años y sus respectivas giras), conexión con el público y la voz y personalidad de su líder, Joakim Brodén.
Llegué a Sabaton en 2012, así que soy relativamente nuevo, con el espectacular "Carolus Rex" (pincha aquí para leer la reseña) y entonces decidí hacer un retrospectiva y descubrir trabajos muy consistentes como "Coat of Arms" y "The Art of War". Desde entonces no he perdido la pista a los suecos y también disfruté del "Heroes" (2014) y su posterior gira (también podéis leer la reseña aquí). Así que las expectativas eran muy altas con "The Last Stand", pero debo admitir que, en esta ocasión, el disco me he dejado un poco frío. Ojo, no es un mal disco, ni mucho menos, pero es un disco que no aporta demasiado al rico repertorio de Sabaton y que sabe a poco.
Me explico. Es un disco de Sabaton y, por lo tanto, suena a lo que uno espera de los suecos y eso está bien porque siguen siendo honestos, fieles a su estilo y siguen sabiendo manejar a la perfección sus mejores virtudes, pero, tal vez, se echa de menos alguna novedad, alguna concesión, que arriesguen un pelín y se salgan del corsé porque "The Last Stand" es eso, un disco profesional, efectivo y algo conservador. Sabaton apuesta sobre seguro y eso, aunque tiene sus ventajas, digamos que deja un regusto un poco amargo a los que esperábamos una exhibición musical algo mayor.
Y no es que al disco le falten buenos temas como "The lost battalion", "The last stand", "Shiroyama" o "Sparta", o que los teclados de Brodén tengan mayor importancia que en su anterior trabajo (a veces, de hecho, demasiada presencia), o que los coros le den ese punto de intensidad en determinados momentos... por eso digo que, en general es un buen trabajo, pero, teniendo en cuenta, además, que las canciones recorren diferentes épocas, países y conflictos bélicos, desde las Termópilas a la Gran Guerra, pasando por la guerra anglo-zulú, tal vez Sabaton podría haber jugado con esa diversidad temporal y cultural para dotar al disco de mayor personalidad, sin perder la esencia del grupo. Como curiosidad, el uso de las gaitas en el tema "Blood of Bannockburn", una de las pocas licencias que se salen del sonido habitual en una canción que tiene pinta de funcionar a las mil maravillas en los directos de Sabaton.
El disco contiene 10 cortes (más dos bonus tracks que cumplen, sin más):
- Sparta: la famosa batalla de las Termópilas en que los 300 espartanos comandados por Leónidas, se midieron heróicamente al poderoso Imperio Persa de Jerjes. - The last dying breath: nos traslada a la Gran Guerra, en 1915, al momento en que los serbios, a las órdenes del comandante Gravilovic, deciden hacer frente en Belgrado a la alianza entre Imperio Austro-Húngaro y Alemania en una lucha desigual y desesperada. - Blood of Bannockburn: ¿habéis visto "Braveheart"? bueno, pues este es otro episodio de la guerra de independencia escocesa (1314), a la postre una batalla definitiva en la que Robert Bruce, futuro rey, lograba la libertad de Escocia. - Diary of un unknown soldier/The lost battalion: volvemos a la Gran Guerra, esta vez a 1918, al bosque de Argonne, donde unos pocos americanos resistieron a una semana de incansable ataque alemán. Muchos murieron, pero permitieron que las tropas aliadas rompieran la línea enemiga. - Rorke's Drift: llegamos a África, a la segunda mitad del siglo XIX, en plena guerra anglo-zulú cuando unos pocos británicos atrincherados repelieron una tremenda carga zulú que los superaba en número. - The last stand: 1529, el saqueo de Roma. España y el Sacro Imperio Romano Germánico arrasan la ciudad y esta canción relata la heroica resistencia de la Guardia Suiza en las escalinatas de la Basílica de San Pedro, permitiendo la huida del Papa Clemente VII. - Hill 3234: batalla contemporánea (1988) en territorio afgano, cuando un regimiento aerotransportado de sólo 39 soldados de la URSS logró sobrevivir al ataque muyahidín en la colina 3234, garantizando así el paso seguro al convoy soviético. - Shiroyama: supone el final de una era, de un tiempo, el de los samuráis. En 1877, un cuerpo de tan sólo 500 samuráis, a las órdenes del general Saigo Takamori, se enfrentó en una carga suicida a las tropas de la armada imperial japonesa, equipada con cañones, ametralladoras y demás artillería. La secuencia final de "El último samurái" recoge esa carga de caballería desigual. - Winged hussars: una unidad de élite de la caballería polaca, llamados alados porque en la parte posterior de su armadura llevaban enganchadas unas alas con estructura de madera decorada con plumas. Su participación en la batalla de Khalenberg (1683) resultó fundamental para levantar el sitio de la ciudad de Viena al que estaba sometida por el Imperio Otomano. - The last battle: en los últimos estertores de la II Guerra Mundial (1945) una curiosa alianza de soldados americanos y soldados antinazis de la Wehrmacht (única alianza que se produjo durante toda la guerra), además de prisioneros franceses del Castillo de Itter, lograron defenderse con éxito del ataque de un pelotón nazi.
En definitiva, "The Last Stand" es un disco más en la trayectoria de la banda sueca, un trabajo decente y correcto, pero que no creo que pase a la historia. Sabaton no defrauda, pero tampoco sorprende, aunque siempre es de agradecer aprender con ellos esos pequeños capítulos de la Historia bélica mundial. Los fans habituales quedarán satisfechos, pero no creo que consigan aumentar su tropa de seguidores y ganar nuevos adeptos. Joakim Brodén está pletórico y Sabaton es una banda intensa, de eso no cabe duda, por eso estoy convencido de que su próximo disco será muy superior.
P.d.- Destacar el trabajo gráfico de la portada y el del libreto con las letras de las canciones y una pequeña intro histórica, muy interesante.
"El Anticristo, muy señores míos, querido público, será de la estirpe de Dan. Reinmar de Bielau, llamado Reynevan, se encuentra en una encrucijada. Por un lado, el médico y alquimista educado en Praga se ha convertido en un participante de importancia en la revolución husita contra el clero y la nobleza, un movimiento que ha impuesto su ley en Bohemia y Moravia y que amenaza con extenderse por toda Silesia, Sajonia y Polonia, hasta el mar Báltico. Por otro, la Inquisición ha capturado a su amada, Jutta de Apolda, y la utiliza como baza para chantajearle y obligarle a espiar para los enemigos husitas. Excomulgado, manipulado por unos y otros, y rodeado de una creciente desconfianza entre los suyos, sólo contará con la ayuda de sus fieles amigos Scharley y Sansón Mieles para sortear las intrigas y peligros, inmerso en un espeluznante juego de poder que enfrenta a nobles y campesinos, eslavos y alemanes, paganos y cristianos, partidarios del progreso y defensores de la tradición. En los campos teñidos de sangre del corazón de Europa, Reynevan perderá los últimos restos de su inocencia y aprenderá que ni las intenciones más puras ni la voluntad más firme pueden nada contra las inexorables realidades de la marcha de la historia... ¿o quizá sí?"
La espera ha sido larga, cuatro años para ser exactos, pero ha valido la pena. El gran Andrzej Sapkowski ha puesto punto y final a su trilogía ambientada en el siglo XV, más concretamente en las entrañas de las Guerras Husitas, lo que el escrito polaco bautizó como "Una cruzada en el corazón de Europa".
A estas alturas el nombre de Sapkowski ya resulta familiar, de hecho es un escritor reputado y muy considerado en el mundo de la fantasía gracias a la extraordinaria saga de libros de Geralt de Rivia. El brujo cazador de monstruos, un auténtico icono (incluso Netflix planea dedicarle una serie), sirvió de excelente carta de presentación para el polaco, logrando elevarlo a la altura de otros grandes tótems de la fantasía épica como George RR Martin, Joe Abercrombie o Brandon Sanderson. Curiosamente la fama le llegó tarde a nivel internacional, porque en Polonia sus obras ya gozaban de gran éxito en los años 90, pero... nunca es tarde si la dicha es buena, ¿no?
Bueno, pues yo conocí a Sapkowski gracias a Geralt y al ver que Alamut también publicaba una obra suya que mezclaba la narrativa histórica con la fantasía, acepté el reto. El estilo del polaco me había atrapado por completo, soy un auténtico admirador de su ritmo, de su ingenio y de las pinceladas de humor que salpican sus páginas... a mí me parece un estilo impecable (mención especial para el trabajo de traducción de Fernando Otero Macías), rico en la variedad de su vocabulario, en la elección del tempo y siempre capaz de transportarte a la época o mundo en cuestión. Leer a Sapkowski es toda una experiencia, por eso, sin tener mucha idea de las Guerras Husitas ni de la realidad centroeuropea de la primera mitad del siglo XV, no dudé en comprar "Narrenturm" (2009), posteriormente "Los Guerreros de Dios" (2012) y, finalmente, "Lux Perpetua" (2016), los tres capítulos de esta trilogía.
Después de leer la trilogía tampoco es que me haya convertido en un experto en las Guerras Husitas, pero sí me ha servido para saber qué sucedió, quiénes eran, qué pretendían y porqué luchaban. Si quisiera una información más exhaustiva leería un libro de historia propiamente dicho, porque no debemos olvidar que Sapkowski es, por encima de todo, un escritor de fantasía que aquí aprovecha el escenario que le brindan unas guerras religiosas para meter en él a Reinmar de Bielau, Reynevan para los amigos, y hacerlo pasar por una serie de aventuras y desventuras que permitirán al lector una aproximación a la realidad política, económica, social, religiosa y militar de la Europa Central del siglo XV. Por eso, quien busque un tratado sobre Jan Hus, una explicación del Tabor, de los Huérfanos o de la sub utraque specie, una cronología de las Guerras Husitas, un apéndice con sus principales protagonistas y un índice de sus batallas más importantes, no encontrará nada de eso.
Tampoco quiero insinuar que Andrzej Sapkowski no se haya documentado al escribir su trilogía y en "Lux Perpetua" sigue demostrando en extenso conocimiento de lo acontecido, pero utiliza más ese conocimiento para presentarnos los nombres de los cabecillas o nobles de ambos bandos, para que recorramos junto con los protagonistas del libro diferentes localidades, para que podamos estar en algunas batallas y para fechar los hechos, situándonos así en el espacio y en el tiempo. Cierto, tal vez hubiese sido una gran idea añadir un mapa en cada uno de los libros que componen la trilogía porque viajar, desde luego, viajan y, salvo que uno sea experto en geografía del corazón de Europa, cuesta un poco ubicarse. Silesia, Moravia, Bohemia, Polonia, Sajonia, Lituania... muchas cosas suceden en unos años convulsos y, en ocasiones, cuesta moverse geográficamente si no se está familiarizado con esas tierras.
Otro de los posibles peros de "Lux Perpetua", como ya cité en las reseñas de los dos libros anteriores, es la abundancia de citas en latín y del uso esporádico de palabras, normalmente relacionadas con el ámbito militar, en otros idiomas. Si uno es muy obseso con estas cosas y necesita andar buscando la traducción y el significado, puede acabar perdiendo los nervios, pero tampoco Sapkowski utiliza el latín, el polaco, el checo o el alemán para momentos clave o hechos esenciales, así que no desvirtúan la trama ni suponen mayor problema para el devenir de la historia de Reynevan.
"Lux Perpetua" es el cierre perfecto a la historia de Reynevan, un médico con conocimientos mágicos que, por asuntos de faldas, terminó metido en pleno meollo de la revolución husita. Un Reynevan que se ha ido transformando a medida que avanza la trilogía, que se ha embrutecido, que ha visto quebrados parte de sus ideales, que duda del propósito de lo que está haciendo y que sigue locamente enamorado y decidido a recuperar a su amada, Jutta de Apolda, más convertida casi en un ideal utópico que en una persona de carne y hueso. ¿Por qué digo eso? porque nadie sabe nada de ella, ni un bando ni el otro, ni los mejores espías o los soplones más vendidos, nadie sabe dónde está Jutta. Y eso desespera a nuestro mago, que recorrerá kilómetros y se jugará el pellejo en más de una ocasión, a veces acompañado del lenguaraz Scharley y del colosal Sansón Mieles, a veces perseguido por el oscuro Birkart Grellenort, a las órdenes del obispo Conrado, y a veces capturado por los católicos afines a Roma. Sea como sea, a Reynevan hay que reconocerle una constancia a prueba de bombas y un amor inquebrantable digno de ser cantado por afamados trovadores.
Andrzej Sapkowski domina la creación de personajes porque les otorga profundidad, carácter, discernimiento, visión panorámica y ética. Luego podremos estar de acuerdo o no en lo que hacen o en cómo lo hacen, pero siempre podremos comprender qué les impulsa a tomar decisiones o cometer sus actos. Eso es algo que me gusta del escritor polaco, que no emite juicio alguno, que no se posiciona, deja eso en manos del lector. Es decir, no hay un halago a la causa husita y un ataque contra la causa católica, ni al revés, Sapkowski sólo expone los sucesos, los narra a través de los ojos de los protagonistas y los plasma en los diálogos, pero sin tomar partido. Y, al dividir la historia en tres libros, el autor logra que el Reynevan que conocimos en "Narrenturm" difiera del que encontraremos en "Lux Perpetua" y lo mismo sucederá con otros personajes, quizá tomando mayor relevancia la figura del inquietante Grellenort, alias Treparriscos, al que vamos a ver más de cerca. Y es lógico que así sea porque la trilogía abarca un período de gran agitación, unos años intensos en los que los protagonistas viven y sobreviven a muchas situaciones límite en las que son puestos a prueba física y mentalmente y todo eso hace que algunos se replanteen qué están haciendo, su visión del entorno y que la línea que separa la causa de la vida sea cada vez más borrosa.
También es un cierre que coincide, además, con el fin de las guerras husitas, en un territorio devastado, ennegrecido por los incendios, yermo de cosechas y con una población hastiada. Y ahí Sapkowski vuelve a brillar, sacando a relucir su humor negro, su crítica social, su sarcasmo, su antibelicismo y el ataque frontal a unos fanatismos religiosos que, evidentemente, no llevan a ningún lugar y que en "Lux Perpetua" se traducen en ríos de sangre, violencia desatada, víctimas inocentes y ciudades y pueblos arrasados por completo. Se pone de manifiesto que el supuesto interés colectivo, muchas veces esconde un interés individual, que bajo el estandarte de la igualdad, seguirán existiendo las diferencias, que el ser humano es fácilmente corrompible, que el dinero y el poder terminan por doblegar voluntades y que las religiones son capaces de flirtear incluso con la magia negra para alcanzar sus objetivos. Sí, el conflicto con los husitas empezó siendo una confrontación religiosa, pero la deriva hacia un enfrentamiento puramente político y geográfico se evidencia sin tapujos en "Lux Perpetua".
Es un gran libro, es una gran trilogía y es un gran escritor. "Lux Perpetua" es un memorable colofón a esa llamada cruzada en el corazón de Europa y es una nueva demostración del talento literario de Andrzej Sapkowski.