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miércoles, 2 de marzo de 2022

PROTO-SHOGGOTH

El Arkham Sanitarium, una institución médica de reputación más que cuestionable, no era un lugar recomendable ni para los enfermos que allí descansaban y que, teóricamente, eran tratados de sus dolencias mentales. Una vez cruzabas la puerta de entrada, dejando atrás su imponente fachada, te encontrabas con un demencial laberinto de siniestros pasillos por los que resonaban, constantemente, gritos y extraños ruidos.

Nos había llamado la dirección del centro porque los pacientes del sótano 4 llevaban una semana sin parar de aullar desesperadamente en sus celdas y el personal médico estaba empezando a perder el control de la situación. Algunos de los enfermos habían aparecido muertos, completamente destrozados, y los celadores ya no sabían qué hacer.

Si bien no solía darse mucho crédito a lo que decían los pacientes del sanatorio, lo cierto es que estos llevaban varios días afirmando que una especie de extraño ser elástico, que parecía cambiar de forma y agitarse, mostrando la carne y los músculos sin ningún tipo de piel o tejido que los recubriera, merodeaba por los rincones del manicomio. Los médicos habían tratando de calmarlos, pero ni los sedantes ni las terapias lograban sosegar a esas pobres almas condenadas a la locura; estaban convencidos de que la aterradora criatura era responsable de las recientes muertes... pero ¿quién iba a creerse el relato de unos enfermos mentales?

Para acabar de darle un toque macabro al, ya de por sí, enfermizo ambiente, aquella noche llovía a mares en Arkham y la electricidad fallaba en el maldito edificio; la luz iba y venía y algunos de los viejos fluorescentes no dejaba de parpadear. Nunca mejor dicho, todo aquello era una locura.

Un celador nos condujo hasta las escaleras, unas escaleras que parecían adentrarse en una oscuridad impenetrable que no auguraba nada bueno. De fondo, sumergido en un denso silencio, se escuchaba, de vez en cuando, un sollozo melancólico, el leve entrechocar metálico de las hebillas de las correas de las camisas de fuerza e incluso el corretear de pequeños roedores. Todas las señales me estaban indicando que lo más prudente era dar media vuelta y salir del Arkham Sanitarium, pero, a pesar de todo, acompañado por Marsh, Randers y Spunkmeyer, empecé a descender los peldaños con la linterna en una mano y el revólver en la otra…

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