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miércoles, 26 de octubre de 2022

SHUDDE-M'ELL


A inicios del siglo XX, el británico Sir Howard Windrop había encontrado unas extrañas tablillas en el norte del continente africano. Animado por el hallazgo, comenzó a trabajar en una traducción parcial en 1912, pero fue su colega Sir Amery Wendy-Smith el que realizaría la traducción completa de los “Fragmentos de G’Harne” siete años después.
 
El extraño libro hablaba de G’Harne, una ciudad perdida que había sido erigida en el Triásico por una raza llamada los Antiguos… una auténtica locura teniendo en cuenta que, por aquel entonces, la Tierra estaba habitada por poco más que reptiles. Aquella increíble e inverosímil teoría no había detenido a Sir Wendy-Smith y, ávido de aventuras, había decidido organizar y dirigir una expedición para localizar la ciudad en el año 1919; lamentablemente, la búsqueda terminó de forma trágica.
 
A pesar de que no hubo supervivientes, la rumorología afirmaba que aquellos hombres habían visto G’Harne con sus propios ojos y, como suele ocurrir, los rumores dieron paso a la leyenda: la ciudad existía, aunque esta se hubiera convertido ahora en un lugar en ruinas y repleto de madrigueras y grutas subterráneas, al parecer, gobernada por un ser monstruoso bautizado como Shudde-M’ell, el padre de los gusanos.
 
Así, guiados por las explicaciones y rudimentarios mapas que aparecía en las páginas de los “Fragmentos de G’Harne”, llevábamos meses recorriendo las regiones desérticas del norte de África en busca de la misteriosa ciudad escondida. Nuestra expedición parecía condenada a un final similar a la de Sir Wendy-Smith cuando, después de alcanzar la zona del Sáhara a su paso por Egipto, empezamos a sentir unos leves temblores durante las noches.
 
Cada vez que acampábamos, al llegar la madrugada, la arena parecía cobrar vida y moverse, como si algo gigantesco se deslizara por las profundidades del desierto. Varios de los bereberes que nos acompañaban como guías e intérpretes se mostraban preocupados y alguno de ellos mencionaba a una criatura primigenia maligna con aspecto de gusano gigante, ¿se referían a Shudde-M’ell aquellos hombres? No hacíamos excesivo caso a tales historias, pero finalmente, después de levantar el campamento base en el oasis de Siwa, los temores infundados resultaron ser terriblemente ciertos.
 
La tercera noche en Siwa empezó de manera extraña, con un silencio sepulcral e inquietante. De pronto, cesó la brisa, la atmósfera se enrareció y el ambiente se tornó denso. Costaba incluso respirar. Se me taparon los oídos, como cuando uno sufre un cambio de presión repentino, y sentí un dolor en el pecho que no era normal, como si el aire pesara y me incrustara en suelo. Mi corazón martilleaba desbocado, palpitando en mis oídos con la fuerza de un tambor de guerra, comiéndose el silencio absoluto y antinatural que lo colmaba todo.
 
De repente, el suelo se sacudió, la arena empezó a moverse y se escuchó un interminable crujido, una especie de lamento sobrenatural que parecía emanar de las entrañas de la tierra. Paró, por un momento dio la sensación de que iba a cesar el terremoto, pero no… fue el principio del fin porque el suelo volvió a temblar y esta vez lo hizo como si el mundo se estuviera desmoronando a pedazos, como si el corazón de la Tierra estuviese a punto de estallar: ¿qué demonios estaba sucediendo?
 
Y entonces, ruido. Ruido como si una colosal manada de búfalos desbandados se acercara y devastara todo a su paso. Y luego estaba aquella especie de sonido infernal, mezcla de aullido y aire aspirado. Todo mi cuerpo temblaba y no solamente de miedo, había palmeras que comenzaban a partirse por la mitad como cerillas, rocas que se desprendían y estallaban en mil pedazos, grietas inmensas que se abrían paso en la arena del desierto engullendo todo lo que encontraban en su camino… algo colosal estaba socavando las profundidades.
 
Mis compañeros estaban pálidos porque sabían, tan bien como yo, que no estábamos preparados para lo que pretendía emerger del más oscuro abismo de los infiernos.


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domingo, 24 de julio de 2022

THE WAR TO ENDS ALL WARS - SABATON

TÍTULO: The War to end all Wars
AUTOR: Sabaton
AÑO: 2022
ESTILO: Power Metal
SELLO: Nuclear Blast

"La Gran Guerra, la Gran Gira y la no tan gran pandemia...
En 2019 lanzamos el álbum "The Great War", un gran álbum con muchas historias ligadas a él. A través del álbum y de nuestro recién estrenado "Sabaton History Channel" contamos historias de la Primera Guerra Mundial, historias que habíamos planeado llevar a nuestra mayor gira mundial. Sin embargo, el Covid-19 tenía otros planes y en marzo de 2020 nos vimos obligados a abandonar la gira y regresar a casa, con la esperanza de volver pronto a la carretera y acabar lo que habíamos empezado.
Disfrutamos mucho escribiendo "The Great War" y sentíamos que este pedazo de la historia tenía más hazañas que contar, así que decidimos escribir un álbum secuela a "The Great War". Reunimos algunas de las historias más impactantes y esculpimos un álbum del que estamos muy orgullosos. Mientras escuchas "The War to end all Wars", la saga de la Gran Guerra continua... porque la guerra nunca termina".

Sabaton es, sin lugar a dudas, una de las grandes bandas de power metal del mundo y su popularidad sigue subiendo como la espuma; disco tras disco, gira tras gira y concierto tras concierto, se han consagrado, convirtiéndose en un grupo perfectamente reconocible por su estilo, por sus letras y por su estética. Desde 1999 hasta 2022 su trayectoria ha sido meteórica y siempre se han mantenido fieles a una manera de hacer las cosas, sustentando sus discos en la historia militar, en unos poderosos riffs, en unas melodías pegadizas de estribillos que entran a la primera y en esa omnipresente épica que lo impregna todo. Sabaton tiene la fórmula mágica y, aunque los discos no siempre son sobresalientes, lo cierto es que funcionan, suenan bien y, cuando te quieres dar cuenta, ya estás coreando, moviendo los pies o sacudiendo la cabeza. Si encima te gusta la Historia, como es mi caso, entonces ya estás perdido.


"The War to end all Wars" no es el mejor álbum de los suecos, era bastante más completo el anterior -"The Great War" (2018)- y está lejos de grandes obras como "The Art of War" (2008) o "Carolus Rex" (2012), pero sigue siendo un disco de producción impecable, que rezuma Sabaton en cuanto le das al play y que contiene algunos temas a los que te vas a enganchar desde el primer momento. ¿Se les puede achacar cierta monotonía? bueno, no es fácil innovar cuando llevas 10 álbumes de estudio, es prácticamente imposible que a alguno no le suene repetitivo, pero, al fin y al cabo, tienen un sonido y una puesta en escena inconfundible. Además, ¿es la única banda o cantante al que le pasa? por supuesto que no. Si te gusta Sabaton, aquí tienes otra dosis de potencia, épica e historia bélica a cargo del carismático Joakim Brodén, Pär Sundström y compañía.

Como ellos mismos dicen, este disco es una secuela del anterior. Al fin y al cabo, la Gran Guerra es uno de los episodios más trágicos de la historia de la humanidad y quedaban aún muchas pequeñas historias por contar. Algo más de cuatro años de guerra que dejaron muchos millones de muertos y heridos, que asolaron todo el continente europeo, pero que también llevaron el conflicto hasta África, Oriente Medio e incluso al Pacífico... y que, a la larga, sembrarían las simientes de la futura y devastadora II Guerra Mundial. Europa se desmoronó, grandes imperios europeos llegaron al fin de sus días, se hundió la economía, estalló la Revolución Rusa y Estados Unidos inició su ascenso meteórico como gran potencia mundial; el mundo había cambiado definitivamente.


Es probable que Sabaton concluya con este disco su repaso a la Gran Guerra porque ahora sí han decidido empezarlo y terminarlo como comenzó y concluyó la I Guerra Mundial; con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo en junio 1914 y con la firma del polémico Tratado de Versalles en junio de 1919. A partir de ahí, el disco recorre distintos pasajes, algunos completamente desconocidos para mí, como la avalancha que sepultó a centenares de soldados en el monte Marmolada, en los Dolomitas, o la historia de la sargento Milunka Savic, que se hizo pasar por su hermano, y otros fragmentos de la historia más famosos como el del oficial británico Adrian Carton de Wiart, el soldado inmortal, o la celebración de la Navidad en 1914 entre enemigos en el frente occidental, reuniendo a alemanes, franceses y británicos para intercambiar comida y regalos. Esto es algo que me entusiasma de Sabaton, pero admito que estudié Historia y que cualquier aproximación a ella, si encima me permite descubrir episodios, personajes, momentos y anécdotas que no sabía que hubieran existido o sucedido, es para mí un regalo.


"The War to end all Wars" es un disco completo, con cortes variados que incluyen canciones más rápidas, medios tiempos e incluso algún momento más lúgubre y denso. Como siempre, si decides hacerte con el formato History Edition, además, podrás disfrutar de algunas introducciones muy interesantes y de efectos especiales que ambientan muy bien el arranque de cada tema. Así, respecto de las canciones, como ya he dicho, es un disco variado con temas más rápidos, otros más pesados y solemnes, que también contiene los característicos coros y los estribillos pegadizos marca de la casa, incluyendo, además, alguna concesión musical con la presencia de teclados. Mis favoritas son "Stormtroopers", "Hellfighters" y, sin duda, la trepidante "The Unkillable Soldier", cuyo vídeo podéis ver a continuación:


Para acabar, me gustaría explicar que Sabaton es una banda que ha lanzado su propio juego de mesa ("A battle through History"), que también tiene diferentes juegos online en su página web, que vende TODO el merchandising que puedas imaginarte, que posee un festival propio en su ciudad natal desde 2008 (Sabaton Open Air, en Falun)  y que es capaz, desde 2010, de fletar un crucero de 24 horas por el Báltico, tocando en directo para sus fans... ¿de verdad aún no conoces a Sabaton?

VALORACIÓN: 7'5/10

miércoles, 20 de julio de 2022

VAGABUNDO DIMENSIONAL

En esta ocasión nos encontrábamos serpenteando por un espeso bosque de abetos milenarios, tan caprichosamente dispuestos y apretados entre sí que nos obligaban a avanzar en fila india… tenía la extraña sensación de que nos hacían caminar justo por donde ellos querían. El búnker de la Orden del Crepúsculo de Plata, supuestamente, esperaba al final de aquella maraña interminable de árboles.

Aunque el día había amanecido fresco, a medida que nos habíamos ido adentrando en aquel bosque, el aire que respirábamos se había ido tornando cada vez más espeso y húmedo, dejando la inquietante sensación de que se te pegaba a la piel. A su vez, el silencio era sepulcral, solamente roto por el constante roce de las agujas de los abetos en nuestras ropas y por la vegetación en descomposición que íbamos pisando.

Miraba nervioso a todas partes, algo no encajaba y me olía mal. No se escuchaba ningún animal o insecto y una perturbadora tranquilidad se había adueñado de todo; el bosque parecía estar muerto, como conteniendo el aliento. Los gestos de mis compañeros, tensos y empapados de humedad, decían que no era el único que estaba preocupado. Algo nos acechaba desde hacía un buen puñado de minutos, pero éramos incapaces de saber qué.

Y de pronto sucedió. Escuché un grito ahogado a mi espalda y, cuando me giré, apenas tuve tiempo de verlo. Un horrendo ser aparecido de la nada, de enormes fauces hambrientas y rostro terroríficamente inexpresivo, había abrazado a Cahill. Nuestro compañero forcejeaba por soltarse, pero sus esfuerzos eran del todo inútiles porque la criatura apretó aún más su demoníaco abrazo, clavando sus garras en la mortal carne de Cahill.

No tuve tiempo de abrir fuego, cuando apunté, el monstruo se había desvanecido. Tal y como había llegado, silencioso y mortal, el Vagabundo se había marchado a otra dimensión con su presa…


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martes, 28 de junio de 2022

HOMBRES DE LAS NIEVES


Nos hallábamos en el Nanda Devi, en la cordillera del Himalaya. La expedición de Judas A. Pennyworth y Bill Seven pretendía coronar su cima, atacándola a través del desfiladero Rishi… 7.816 metros de hielo, roca y nieve. Aunque estábamos en pleno mes de agosto, el día había amanecido bajo una persistente tormenta de aguanieve que, combinada con un cortante viento, impedía ver con claridad. Más allá de los 3 metros era imposible distinguir nada, así que nos tocaría avanzar despacio para no perder las referencias.

El clima había cambiado repentinamente, como si la naturaleza quisiera evitar que la raza humana conquistara otro territorio virgen. La noche había sido tranquila, pero antes de la salida del sol, unas ráfagas de viento ululante habían colmado el sepulcral silencio de aquel colosal macizo. Tal vez fuera el mal de las alturas, pero tenía la sensación de que el viento hablaba en susurros, lanzando advertencias. Y no era el único; los sherpas también estaban visiblemente nerviosos y habían recomendado que diéramos media vuelta, explicando historias sobre los rákshasa, unas criaturas demoníacas mitológicas.

De todos modos, Pennyworth y Seven estaban tan ansiosos por coronar la cima que hicieron caso omiso de las supersticiones locales. Y entonces, mientras estábamos recogiendo las tiendas y el resto de pertrechos, los peores temores se hicieron realidad cuando una sombra blanca pareció moverse en mitad de la tormenta. Entrecerré los ojos para tratar de ver algo y me pareció distinguir tres enormes siluetas de andar simiesco que se estaban aproximando a nuestro campamento. Los sherpas salieron corriendo y por un instante me quedé petrificado ante lo que estaba viendo; ¿hombres prehistóricos que habían sobrevivido a la glaciación?, ¿grandes primates en el Himalaya?... ¿qué diablos eran aquellos seres?

De pronto, un coro de gritos profundos y guturales hendió el aire y se me heló la sangre en las venas. El terror de algo primigenio se apoderó de mí y eché a correr detrás de los sherpas con la mochila a medio cargar, sin mirar atrás, pero presintiendo que aquellas pesadillas blancas como la nieve se acercaban cada vez más… 


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miércoles, 15 de junio de 2022

WEST LEGENDS vol. 3: SITTING BULL - OLIVIER PERU & LUCA MERLI

TÍTULO: West Legends: Sitting Bull, home of the Braves.
AUTOR: Olivier Peru & Luca Merli
EDITORIAL: Yermo Ediciones
AÑO: 2021
GÉNERO: Cómic

"1870, Black Hills. Tras la firma del tratado de Fort Laramie, ningún hombre blanco tiene derecho a cruzar la frontera del territorio de Black Hills, tierra sagrada para los indios de las llanuras. Pero una horda de asesinos de una brutalidad inaudita penetran en terreno prohibido, en busca de un secreto capaz de destruir las últimas naciones indias... hasta que el jefe sioux Toro Sentado empieza a seguirles el rastro, dispuesto a proteger el secreto de Black Hills".

Tatanka Yotanka, más conocido como Toro Sentado, sin duda alguna uno de los jefes indios más conocidos y una figura casi legendaria, no solamente para los sioux, sino también para muchos de los protagonistas de la sangrienta y vergonzosa historia de la conquista del "salvaje" Oeste por parte de los estadounidenses. Los conflictos territoriales entre los pueblos nativos americanos y los estadounidenses se remontan al siglo XVIII, si bien las batallas más crudas y funestas tuvieron lugar en el siglo XIX, centuria que significaría, a la postre, el fin de la resistencia por parte de las tribus indias. Y, aunque fueron muchas las tribus que plantaron cara y se rebelaron ante el invasor, las más temidas fueron los cheyennes, los comanches, los kiowa, los apaches y los sioux.


Pero vamos a centrarnos en una familia de los sioux, los lakota, un pueblo que vivía a orillas del río Missouri, en Dakota del Sur. Allí iba a nacer, alrededor de 1831, el que primero sería llamado Jumping Badger por sus padres, sería conocido como Slow por sus amigos y, finalmente, pasaría a la historia como Sitting Bull. Educado en la guerra desde muy joven, sus dotes de mando y carisma, además de su espiritualidad y una prodigiosa capacidad para recibir visiones, pronto lo llevaron a ser designado jefe tribal; aún no había cumplido ni los 30 años. Ya bajo su liderazgo y junto a otros importantes cabecillas como Nube RojaCaballo Loco, entre los años 1863 y 1868, los sioux se enfrentarían varias veces contra el ejército estadounidense, llegando a un período de paz precisamente en 1868, tras la firma del Tratado de Fort Laramie.

Y es ese momento histórico hasta el que nos transporta el cómic de Olivier Peru y Luca Merli, con un Toro Sentado ya más maduro, completamente asentando como jefe sioux. El pacto firmado en Fort Laramie concedía un vasto territorio al oeste del río Missouri en el que los colonos no tendrían derecho a entrar, creando una gran reserva india en el suroeste de Dakota del Sur conocida como Black Hills, una tierra que era considerada sagrada por los sioux. Curiosamente, Toro Sentado no iba a asistir a la firma de ese tratado porque desconfiaba tanto del hombre blanco y como de sus principios y así lo hizo saber a su pueblo... el tiempo le daría la razón.

"West Legends: Sitting bull, home of the braves" es un buen cómic para todos aquellos que quieran acercarse a leyenda de Toro Sentado y conocer una parte del episodio de Black Hills que, finalmente, terminaría desembocando en la famosa batalla de Little Big Horn. También resulta un cómic interesante por explicar la verdad, por poner de manifiesto el - en general - dudoso comportamiento del hombre blanco y la cantidad de atrocidades que cometió durante su expansión hacia el oeste, devastando el territorio, aniquilando bisontes, profanando tierra sagrada y masacrando indios. De hecho, en las primeras páginas, con apenas 4-5 ilustraciones, se resume a la perfección esa especie de designio divino que creyeron tener los estadounidenses para expandirse hacia el oeste dejando tras de sí un rastro de sangre: el Sendero de Lágrimas, la revuelta del hambre de Mankato, la creación de las reservas indias y la matanza de Sand Creek.

El guión de Peru sitúa la acción en 1870, cuando una pequeña patrulla del ejército estadounidense penetra en el territorio de Black Hills para llevar a cabo una misión secreta; al parecer alguien ha violado el tratado de Fort Laramie y ha entrado en tierra sagrada con algún oscuro propósito. Irremediablemente, el destino de ese grupo de exploradores va a cruzar sus pasos con el de los bravos guerreros sioux, comandados por Toro Sentado, que también han llegado a las Black Hills para averiguar quién está merodeando por sus tierras.

El encuentro entre ambos grupos será la base desde la que desarrollar una historia que reúne los ingredientes necesarios de todo western que se precie: amplios paisajes, cierta dosis de misterio, aventuras, codicia, un villano (que quizá merecía algo más de desarrollo) y fieros combates. Además, el extraño vínculo que se irá forjando entre Toro Sentado y un hombre blanco - al que llamarán Corazón de Mariposa - servirá para conocer un poco mejor el carácter y la espiritualidad del gran jefe sioux a través de las conversaciones que ambos mantendrán. Al mismo tiempo, podremos comprender mejor las preocupaciones para con su pueblo y la gran amenaza que intuía acerca de la presencia del hombre blanco, no solamente en Black Hills, sino en todos los territorios que un día fueron el hogar ancestral de las diferentes tribus indias.


No es que Olivier Peru haya elaborado un gran guión o que este sea muy original, pero sí es un guión sólido y, además de la épica y un toque de intriga, contiene ese punto de reflexión sobre la avaricia del ser humano y su capacidad innata para destruir el entorno. Además, el trabajo gráfico de Luca Merli, aunque algo irregular en algunos momentos, luce especialmente en la recreación de los paisajes, a la vez que presta mucha atención a los pequeños detalles, con una gama de colores amplia y luminosa que resulta muy sugerente y que facilita la lectura. Y, por descontado, conviene destacar, una vez más, la calidad de las publicaciones de Yermo Ediciones.

En definitiva, "West Legends: Sitting bull, home of the braves" es un cómic que va ganando enteros conforme avanza la historia y que ofrece todo lo que un buen aficionado al western necesita.

"Cuando el último arroyo sea contaminado, el último animal cazado y el último árbol cortado, el hombre blanco comprenderá que el dinero no se come".

VALORACIÓN: 7'5/10

miércoles, 8 de junio de 2022

TSATHOGGUA


Atravesábamos aquella marisma interminable como podíamos, las algas putrefactas se enganchaban a la ropa, desmenuzándose a nuestro paso. El olor pegajoso del agua estancada era penetrante y lo impregnaba todo, por no mencionar a los pesados mosquitos que llevaban un buen rato dándose un banquete con nuestra sangre.

Aquel acuoso infierno estaba situado en los Everglades, cerca de Okeechobee. Habíamos llegado hasta allí debido a la inexplicable aparición de un buen número de reses destripadas y drenadas, como si hubieran sorbido hasta la última gota de sus fluidos corporales.

La población estaba aterrorizada y se encerraba en sus casas, convencida de que una plaga de cocodrilos asesinos era la responsable de aquella carnicería, pero si sabías dónde y a quién preguntar, la explicación resultaba más compleja e inquietante. Los más viejos del lugar contaban cosas extrañas sobre sombras húmedas e informes que recorrían los manglares más oscuros y recónditos, y también mencionaban el incesante croar que resonaba algunas noches, como si toda la zona estuviera infestada de ranas y sapos que compusieran una fétida canción de muerte.

Las linternas apenas daban suficiente luz y el agua parecía negra como la brea, pero estaban allí, delatándose por culpa de un olor aún más corrompido que el de aquella charca del demonio. El enfermizo canto de montones de sapos retumbaba en la noche, anunciando nuestra llegada... sin duda estábamos muy cerca del maldito santuario de aquel batracio primigenio. Varios ojos hambrientos acechaban desde la orilla, ocultos entre los mortecinos nenúfares, pero traíamos plomo y fuego para cenar.


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viernes, 3 de junio de 2022

ZOMBIES


A las afueras de París, en la hermosa localidad de Villenes-sur-Seine, devorada por el paso del tiempo y oculta por la maleza, se erguía la mansión barroca Gassó-Fleury... o lo que quedaba de ella. Construida a finales del siglo XVII, había vivido tiempos de gran esplendor hasta la Révolution de 1789 limpió Francia de privilegios absolutistas y sus propietarios se vieron obligados a abandonar el país cuando el invento del doctor Guillotin empezó a causar auténtico furor.

Villenes-sur-Seine había sido un lugar tranquilo, el típico pueblo dedicado a la agricultura y la ganadería que el río Sena recorría de manera apacible. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la mayoría de habitantes de las desperdigadas granjas con las que habíamos topado por el camino había abandonado el lugar y los pocos lugareños que aún resistían allí, llevaban meses atemorizados y encerrados en sus casas, rezando por una salvación que parecía no llegar.

Una enfermedad desconocida, aseguraban unos; castigo divino, comentaban otros; la maldición de los Gassó-Fleury, decían algunos… fuera lo que fuese, todos coincidían a la hora de afirmar que, a medida que la noche iba oscureciendo el paisaje y sumiendo el pueblo en las sombras, unas deformes criaturas grotescas se lanzaban en busca de carne fresca, bien fuera ganado o desprevenidos humanos.

La Universidad de Miskatonic, siempre al acecho de rarezas y de casos extraordinarios, había decidido que valía la pena indagar un poco el terreno y averiguar qué demonios estaba pasando en Villenes-sur-Seine. Habían encontrado unas cuantas noticias antiguas que mencionaban a los Gassó-Fleury y el nombre de esa familia aparecía vinculado a unas prácticas un tanto inquietantes relacionadas con la vida después de la muerte. Precisamente por eso nos encontrábamos en la desvencijada cocina de la mansión Gassó-Fleury, dispuestos a abrir la trampilla que daba acceso al sótano. Equipados con cascos mineros, el objetivo era descender en busca del nido de aquel horror hambriento: un supuesto laboratorio clandestino.

La trampilla, quejumbrosa por el óxido acumulado en sus bisagras, cedió con esfuerzo y la bocanada de aire corrompido que nos sacudió fue espantosa. Casi como una sustancia pegajosa, el hedor enseguida impregnó el ambiente, haciéndolo denso e irrespirable. Nos atamos unos pañuelos para proteger la nariz y la boca de aquel olor nauseabundo e iluminamos: solamente había tierra y más tierra que parecía hundirse en las profundidades hasta donde alcanzaba el haz de luz, revelando el inicio de una gruta.

Después de afianzar unas cuerdas, descendimos por el hueco de la trampilla. Cabíamos en fila de a dos, así que cargamos las escopetas del 12, nos miramos a los ojos en silencio y asentimos con las cabezas antes de echarnos a andar. Solamente llevábamos recorridos una docena de metros cuando el sonido ininteligible de unas voces nos llegó, una mezcla de gritos delirantes, aullidos famélicos y sollozos plañideros que no auguraban nada bueno… y, de pronto, un rostro cadavérico surgió de la oscuridad con la boca abierta, dispuesto a morder. El fogonazo de la escopeta del 12 de mi camarada iluminó el túnel un instante y colmó el aire con el familiar aroma de la pólvora.

Entonces llegó el silencio, pero duró solo un parpadeo. Una horda de muertos vivientes avanzaba torpemente hacia nosotros, un amasijo de carne podrida a través de la que asomaban huesos y tendones se agolpaba desesperada por alcanzarnos. Abrimos fuego a discreción contra aquel cementerio andante y volaron por los aires pedazos de carne pútrida. Caían como moscas, pero algunos seguían moviéndose a pesar de haberles reventado piernas y brazos.

Recargamos, maldijimos, apretamos los dientes y volvimos a disparar, una y otra vez, una y otra vez… debíamos abrirnos paso como fuera hasta el epicentro de aquella perversión.


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martes, 24 de mayo de 2022

GÁRGOLAS

El conde Leonard Bonet nos había mandado a estas inhóspitas tierras de Lastours, cerca de Carcassone. Al parecer, el buen conde no podía alojarse en su castillo porque unas molestas criaturas tenían aterrorizado al servicio y, además, habían desparecido varios carneros y gallinas. Al principio pensaron que eran lobos hambrientos, tal vez incluso águilas, pero también existía otra explicación más pintoresca, una que no versaba sobre criaturas normales y corrientes. Los lugareños decían que el castillo de Lastours era un lugar maldito que, desde el principio de los tiempos, había estado habitado por gárgolas y que esas criaturas eran las culpables de sembrar el pánico y robar el sueño a los aldeanos, además de, por supuesto, ser responsables del robo de animales.

En otros tiempos, imagino, la versión de los aldeanos sería solamente fruto de las supercherías populares, antiguos mitos contados al abrigo de un buen fuego, leyendas de esas que son transmitidas de generación en generación. Tal vez, claro, al fin y al cabo, siempre han existido en el folklore regional numerosas historias sobre criaturas fantásticas y monstruos de la noche. Por eso, por si las moscas, el conde nos había enviado a Lastours para investigar aquel turbio asunto.

El motor de 6 cilindros del Chevrolet Suburban del 37 rugía por la carretera que conducía hasta los dominios del conde Bonet y, después de un buen rato serpenteando por una sinuosa carretera ascendente, la oscura silueta del castillo se recortó en un cielo iluminado por una gran luna, regalándonos una inquietante postal. Observé a mis hombres a través del retrovisor; un par de curtidos mercenarios, un francotirador licenciado y algún que otro bribón ganado para la causa. Todos ellos leales, valientes y con mucha guerra en sus numerosas cicatrices. Luego volví la vista al cielo y las vi, sobrevolando los torreones del castillo como buitres esperando la carroña, siniestras y obscenas…

Dejamos el coche a pocos metros de la entrada principal del viejo castillo. Nada más bajar del vehículo, mientras nuestro francotirador se perdía en la oscura espesura del bosque, desenfundamos las armas, comprobamos los cargadores y quitamos los seguros. Una última sonrisa y algunos guiños fruto de la camaradería de años de batallas, aventuras y alguna que otra juerga. Había llegado la hora y La Parca no era una dama a la que conviniera hacer esperar.

Iniciamos la incursión. Buscamos las sombras que proyectaban los árboles, tratamos de movernos sigilosos, pero esas criaturas habían dominado estas tierras desde hacía siglos y nada escapaba a su aguda visión ancestral. Rodilla al suelo, confiando que el fusil de Solverson pudiera cubrirnos desde la distancia, apuntamos al oscuro cielo a la espera de que aparecieran… y aparecieron. Entonces mis camaradas comenzaron a gritar, a maldecir y a pronunciar palabras que hubieran hecho enrojecer al mismísimo Satanás.

Por un instante, la luz de luna, pálida y fantasmal, las iluminó perfectamente y pude ver cómo algunas de esas horribles criaturas iniciaban un picado hacia nosotros. Brillaban unos ojos perversos, graznaban temiblemente y mostraban sus fauces, desplegando sus alas… Pequeños demonios alados esculpidos en piedra, guardianes de un castillo maldito; íbamos a comprobar enseguida si realmente eran tan duras: ¡Fuego!


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viernes, 13 de mayo de 2022

MOMIAS


Llevábamos varios días trabajando bajo un sol abrasador en el Valle de los Reyes, mezclados entre los integrantes de la expedición anglo-holandesa “Bonnett-Van More”. La excavación, que había zarpado desde Southampton con el cometido de encontrar la tumba de Tutmosis III, parecía haber conseguido su objetivo después de localizar y desenterrar la supuesta entrada principal al templo. El siguiente paso era abrir el sello y revelar los secretos que escondía el interior de la tumba al cabo de dos días, cuando desde El Cairo llegaran algunos de los más destacados profesores y arqueólogos del momento, además del grueso de la prensa internacional para que el descubrimiento fuera noticia en todo el mundo. Nosotros, por supuesto, teníamos otros planes; echaríamos un vistazo aquella misma noche.

A pesar del éxito aparente de la expedición, lo cierto es que varios trabajadores habían muerto en circunstancias extrañas y otros tantos habían desertado, dejando semivacíos los barracones. Las supersticiones y el miedo empezaban a apoderarse del campamento y eran muchos los que hablaban de maldiciones en forma de escorpiones, serpientes y perros de arena que atacaban por la noche... Personalmente, no creía que Anubis estuviera molesto y nos mandara a sus chacales para hostigarnos, pero sí estaba convencido de que unos cuantos habitantes de las arenas estaban protegiendo algo poderoso y maligno escondido en las entrañas de aquella tumba.

Bien entrada la noche, tras evitar a los somnolientos guardias, llegamos a la entrada principal y descendimos por el túnel con unas pocas antorchas. Humedad, telarañas y murciélagos nos dieron la bienvenida. El pasillo descendía más y más, trayendo consigo una corriente de aire que olía a muerte y hacía danzar las llamas de las antorchas. Llegamos al final del pasillo, dando con la cámara mortuoria; una amplia y lujosa estancia con hileras de columnas y varios sarcófagos, uno de ellos más grande y ornamentado que el resto. Todo hubiera sido normal, de no ser porque los sarcófagos estaban abiertos y vacíos...

Nada más poner el pie en las baldosas bañadas en oro de la cámara, un sonido nos hizo alzar la vista: imponente, sobre su sarcófago, la momia de Tutmosis III se erguía y nos señalaba amenazadoramente con el dedo. De pronto, a un grito suyo, cuatro momias ataviadas con armaduras y sus temibles khopesh salieron de las sombras... carne podrida y huesos envueltos en un lino amarillento, muertos más de un milenio antes de Cristo que volvían a la vida y nos daban la bienvenida.


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martes, 3 de mayo de 2022

WRAITH


Aquel camposanto parecía extraído de un cuento gótico de Edgar Allan Poe; la plateada claridad de una luna gibosa surcada por caprichosos jirones de nubes daba pie a un caprichoso y aterrador baile de sombras. Las herrumbrosas cruces retorcidas por el paso del tiempo y la mala hierba que había crecido descontroladamente, abrazando las lápidas de piedra, parecían cobrar vida en aquel claroscuro cambiante. Incluso los querubines y las vírgenes que decoraban los viejos panteones sonreían siniestramente.
 
Y allí estábamos, en el maldito cementerio Swan Point de Providence, formando parte de la redada que había organizado el sheriff Martin Eddy. Al parecer, alguien se había dedicado las últimas semanas a destrozar diversas esculturas del cementerio y arrancar algunas de sus lápidas, perturbando el descanso eterno de los que la vida había devuelto al barro. Jóvenes, decían las buenas gentes de Providence en busca de culpables; “Sí, seguro que son adolescente idiotizados por el alcohol que, en vez de estudiar, prefieren malgastar sus vidas fumando y bebiendo, ¡qué vergüenza!”, respondía el sheriff.
 
A veces, las personas necesitamos señalar al primer pobre desgraciado que se cruza en el camino para que nuestras conciencias se queden tranquilas, para restarle trascendencia al asunto. Claro que, si solamente se tratara de un grupo de gamberros que pasan el rato en un cementerio bebiendo, la Universidad de Miskatonic no nos habría enviado a Providence a husmear un poco en aquellos hechos.
 
Como esperábamos, no encontramos latas de cerveza ni botellas de whisky barato tiradas por ahí. Y, como también esperábamos, tampoco encontramos rastro alguno de palas ni picos. Nada que indicara que un grupo de jóvenes hubiera decidido venir a divertirse profanando tumbas. Es más, apenas había huellas más allá de las que íbamos dejando nosotros y eso también tachaba de nuestra lista de sospechosos habituales a los entrañables gules. No, esto parecía algo más peligroso y, además, bastante enfadado.
 
Disimuladamente, nos separamos del grupo que formaban el sheriff y su comparsa de agentes y voluntarios para internarnos en las zonas más oscuras y recónditas del cementerio de Swan Point. Íbamos en busca del mausoleo que nos había indicado el profesor Henry Armitage en la universidad y que habíamos localizado durante la batida matinal. Un panteón que hallamos tan reventado y maltratado que ya apenas podía leerse a qué familia pertenecía, aunque todavía era posible intuir el célebre apellido Lovecraft grabado en la fría piedra.
 
La pesada puerta de metálica había sido arrancada como si fuera de madera podrida y en algunas zonas del dintel podían apreciarse unos arañazos capaces de cortar la dura piel de un rinoceronte. Y es que los espectros como el wraith poseen una manera bastante curiosa de marcar su territorio y firmar sus destrozos…
 
La noche sería muy larga, solamente esperaba que todos los que nos íbamos a adentrar en el lóbrego panteón de la familia Lovecraft, consiguiéramos volver a ver la luz del día. Nunca me gustaron los fantasmas y no es cosa de risa enfrentarse a un wraith cabreado.


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martes, 19 de abril de 2022

Y'GOLONAC

Desde la ciudad de Brichester podía contemplarse parte del apacible curso del río Severn. El paisaje era típicamente inglés: una bucólica región enmarcada entre verdes e interminables campiñas rodeadas de suaves colinas. ¿Cómo pensar entonces que un paraje aparentemente idílico, pudiera guardar en sus oscuras entrañas tanta ponzoña? 

Las leyendas decían que, en el valle del Severn, un culto dedicado a Glaaki había ido escribiendo y conservando una serie de manuscritos en los que se recopilaban rituales, profecías, hechizos y conocimientos arcanos. Teóricamente aquel culto había sido erradicado, pero lo cierto es que las “Revelaciones de Glaaki” habían seguido ampliándose en secreto gracias a las contribuciones de diferentes sacerdotes sectarios. Si bien la mayoría de las copias se guardaban en bibliotecas o formaban parte de colecciones de particulares, los últimos volúmenes eran tan blasfemos que se desconocía el paradero de ellos. De hecho, el número XII era uno de aquellos volúmenes perdidos y el principal motivo de nuestro viaje.

Brichester había sido fundada hacía ya muchos años y mantenía un poso de antigüedad casi primigenia que invitaba muy poco a visitarla. Las brumas ascendían desde el estuario del Severn, arrastrándose hasta la ciudad como una humeante masa reptante que lo cubría todo a su paso, confiriendo a las calles una atmósfera etérea y somnolienta. Nos adentramos en Brichester, atravesando viejas casas de estilo victoriano y unos pocos almacenes desvencijados. De vez en cuando, podíamos ver algunos capiteles y el solitario campanario logrando sobresalir fantasmalmente entre la niebla, pero a nosotros nos interesaba más lo que se escondía en las profundidades de la ciudad.

Descendimos por los túneles del alcantarillado y, después de caminar un buen puñado de metros, tuvimos la extraña impresión de que los túneles habían cambiado sustancialmente y que estos, sin duda, tenían que haber sido cavados hacía eones. La sensación opresiva de avanzar por aquellos pasadizos que parecía engullir la tierra no era nada agradable, pero debíamos seguir adelante en busca de nuestro objetivo: encontrar unas ruinas desconocidas y un grotesco muro de ladrillos rojos donde la perversión y la depravación, encerradas, se daban la mano… el dios de la corrupción aguardaba.


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lunes, 11 de abril de 2022

SHOGGOTHS

Nada ni nadie nos había advertido sobre el verdadero peligro que palpitaba en las entrañas de aquella tierra putrefacta. Lo que había empezado como una simple denuncia por la desaparición de algunas cabezas de ganado, estaba convirtiéndose en la peor pesadilla de la policía del Condado de Nantucket, una isla al sur del estado de Massachussets.

Aunque era un territorio tranquilo, las fuerzas de la ley se habían visto desbordadas; la mayoría de ganaderos clamaban justicia contra lo que consideraban un robo masivo de ganado, aunque otros afirmaban que habían visto merodear por la zona manadas de depredadores. De todos modos, ya fueran forajidos o depredadores los que rondaran por allí, el número de reses desaparecidas era demasiado elevado como para que el caso tuviera una explicación lógica y normal. Porque, además, no había rastro alguno de las vacas desaparecidas: ni huesos repelados ni cadáveres pudriéndose… nada, absolutamente nada; por ese motivo nosotros estábamos allí, para tratar de esclarecer el misterio.

Después de varios días de investigación, los posibles indicios apuntaban a una zona próxima a la costa llamada el Acantilado Ululante y lo cierto es que el nombre resultaba de lo más adecuado. Allí, las olas rompían con furia y el viento se colaba a través de grutas, grietas y canales naturales, silbando una infernal y constante melodía ululante que terminaba por sacarte de quicio. Curiosamente, los prados eran verdes, casi vírgenes, quizá porque nadie en su sano juicio osaría llevar a los rebaños a pastar por aquel lugar.

Nos aproximamos a un agujero extraordinario. Su tamaño era considerable, tanto que podríamos haber metido un camión por allí sin problemas. Aunque era de día y el sol brillaba con fuerza, aquella gruta parecía engullir la luz y convertirla en la más oscura de las penumbras. Su negrura sobrecogía, aunque aquello no era lo peor… un eco remoto y primordial se elevaba desde sus profundidades insondables, un extraño sonido que parecía decir “Tekeli-li, tekeli-li, tekeli-li…”.

De pronto, un ligero temblor recorrió el acantilado y nos miramos tan sorprendidos como asustados. ¿Y si el epicentro del temblor procedía de aquel agujero colosal?, ¿y si aquel eco demencial no era producto del viento?, ¿y si la gruta no era solamente fruto de la imparable erosión del viento, sino el infecto cubil de una criatura maligna? No había elección, si el Infierno nos esperaba al final de aquel descenso, entonces, nuestras almas no encontrarían jamás el descanso eterno.


Recuerda que si quieres leer el resto de relatos que voy publicando, puedes hacerlo aquí: Relatos cthuleros

martes, 5 de abril de 2022

GUGS

Mi último recuerdo vívido era el de haber ingerido ayahuasca en aquel poblado shipibo a orillas del Ucayali, el río más importante del Perú. Luego, creo, aparecieron dos sacerdotes que ya no sé si eran reales o una alucinación provocada por las drogas. Lo siguiente que me viene a la cabeza es estar inmerso en una especie de sueño ligero, bajando escalones por una curiosa y hermosa escalinata. No sé qué me impulsa a hacerlo, pero cuento los escalones y, exactamente, son setenta. Entonces, una parte aún despierta de mi mente narcotizada me advierte de algo: estoy entrando en las Tierras del Sueño.

Hacia el final de la escalera, después de atravesar una caverna con una columna en llamas acompañado todavía por los dos sacerdotes, continúo bajando más y más escalones hasta que comienzo a ver la salida a través de un gigantesco roble que hunde sus raíces en el centro del Bosque Encantado.

Una vez allí vuelvo a encontrarme con Andujarsson, el jefe islandés de la expedición, Martinelli, un arqueólogo siciliano, y Morel, el antropólogo peruano que hacía las veces de guía. Me parece que saben tan bien como yo que debemos dirigirnos a la ciudad de los Gugs. No era mi primer viaje las Tierras del Sueño, pero sí sería la primera vez que tuviera que tirar de la argolla de hierro incrustada en la losa y descender al Mundo Subterráneo. Algo me decía que no regresaríamos todos.

Mi mente se va recuperando del aturdimiento inicial y mientras caminamos hacia el enorme círculo de megalitos ciclópeos donde descansa la maldita losa, recuerdo que venimos a intentar recuperar al profesor Cavan; lleva demasiado tiempo dormido y no hemos conseguido despertarlo, así que, a estas alturas, probablemente, su yo onírico esté acurrucado en algún rincón esperando despertar o tal vez ya lo hayan encontrado los Gugs.

Miramos desde el hueco que había dejado la enorme losa al desplazarla y lo que vimos desde allí no resultó nada reconfortante: unas colosales torres de piedra dominaban un abrumador paisaje silencioso y fantasmal, sin duda alguna, era un territorio inhóspito que no se había creado para el hombre. No creía en los dioses, pero ahora mismo deseaba tener alguno al que encomendarme para que nos protegiera de cruzarnos con alguno de aquellos seres gigantescos que los mismísimos Grandes dioses habían maldecido y desterrado.


Puedes acceder al resto de relatos aquí: Relatos inspirados en los mundos de Lovecraft

martes, 29 de marzo de 2022

SERVIDOR DE OTROS DIOSES

Tenía la inquietante sensación de que la interminable gruta se estrechaba a cada paso que dábamos. Llevábamos una eternidad descendiendo, cada vez más y más profundo, como si quisiéramos alcanzar el centro de la Tierra. El sudor resbalaba por mi nariz, dejando caer gotas sobre el cañón de mi escopeta del 12. Caminábamos alerta y en silencio, escuchando solamente las pisadas de nuestras botas sobre un suelo cubierto de arena y piedras.

Y, por fin, después de muchos metros recorridos por las entrañas de aquella caverna, divisamos un fulgor titilante que iba ganando intensidad conforme avanzábamos. Probablemente sería alguna hoguera o antorchas clavadas en las toscas paredes de piedra, pero, a medida que nos acercábamos, algo más se sumó a la luz: empezamos a oír una especie de música siniestra. Sí, podía escucharse claramente la macabra melodía de lo que parecía ser una flauta demoníaca.

Avanzamos con sigilo hasta la abertura, sin duda estábamos llegando a nuestro destino, pero creo que ninguno estaba preparado para encontrarse con aquello.

Lo que vimos fue horroroso, pero entonces recordé que no era la primera vez que presenciaba cómo algunos hombres y mujeres se dejaban arrastrar por la locura hasta límites insospechados. Unas cincuenta personas danzaban desnudas de manera grotesca, como poseídas, aullando alrededor de una gran hoguera y justo en el corazón de aquel fuego verduzco, se erigía un altar descomunal oscurecido por el humo. Aunque, lo peor de todo estaba situado sobre él.

Un grupo de niños, colocados en círculo, yacía encima del altar con ojos asustados y en el centro de aquel círculo se contorsionaba una extraña criatura. Aquel ser amorfo y tentacular era el compositor y artífice de la abominable sinfonía que estaba llegando a su éxtasis, mezclándose con los llantos de las criaturas y los coros enloquecidos de los adoradores.

Era ahora o nunca...

martes, 22 de marzo de 2022

PROFUNDOS

Aquella noche nos disponíamos a acabar con la maldición que pesaba sobre la infame localidad de Innsmouth, famosa por las pérdidas de ganado de los granjeros de los alrededores y por las extrañas desapariciones de caminantes solitarios en mitad de la noche. En medio de un silencio antinatural que se mezclaba con el brillo mortecino de la Luna, navegábamos por un mar embravecido que parecía extender sus olas como tentáculos sobre el decrépito puerto de Innsmouth. Hacia allí nos dirigíamos, en una barca de mala muerte, hacia la boca de Dagon, el abyecto dios primigenio del agua.

No, no nos habíamos vuelto locos, éramos la avanzadilla de un plan de ataque más elaborado. Por así decirlo, nos había tocado ejercer de cebo, ser la carne fresca que debía llamar la atención y desviar los ojos del auténtico desembarco que se produciría desde la Isla de Plum. El gobierno, que contaría con el apoyo de la Guardia Nacional de Massachusetts, había decidido bautizar a la operación policial como "La sombra sobre Innsmouth". 

A escasos metros de la orilla, mientras seguíamos remando sobre un agua negra y oleosa, comprobamos que el muelle estaba extrañamente desierto. Un persistente olor a pescado descompuesto nos golpeó de repente, infectando e impregnando con su fétido aroma el aire que se respiraba en aquel maldito pueblo. Estábamos a escasos metros del amarre cuando el bote empezó a balancearse peligrosamente y, en una súbita sacudida, dos compañeros cayeron por la borda. Los demás mantuvimos el equilibrio como pudimos y echamos mano de las escopetas… sabíamos que no tardarían demasiado en venir a por nosotros.

Y entonces, la maldición de la marca de Innsmouth emergió sin más: sus ojos desorbitados e inexpresivos, sus manos palmípedas, sus branquias palpitantes y aquella piel resplandeciente y resbaladiza. Los Profundos croaron hambrientos para recibirnos y nosotros respondimos a su cordialidad con el hermoso tronar de los cartuchos del 12.

lunes, 14 de marzo de 2022

RETOÑOS OSCUROS

La Universidad de Miskatonic nos había enviado de misión secreta a los bosques próximos a la zona de Chinkultic, en México, donde mucho tiempo atrás había vivido la antigua civilización Maya. Nos habíamos infiltrado en una expedición arqueológica española que buscaba vestigios de aquella cultura. Alguno de nosotros se había hecho pasar por antropólogo, aunque la mayoría estábamos allí en calidad de mano de obra para mover piedras, cavar o trasladar cajas de material. Al fin y al cabo, nadie debía saber que nuestra participación en aquella expedición respondía a la más que probable presencia de grupos sectarios y otros fanáticos adoradores que estaban celebrando rituales de culto a Shub-Niggurath.

Era un bosque de encinas y pinos denso y húmedo, tan tupido que la oscuridad era casi asfixiante. Llevábamos tres días vagando por aquella espesura sin dar con la localización de las ruinas mayas de Chinkultic, perdidos ente la exuberante vegetación y asediados por los insectos. Aquel era un bosque colosal y virgen y su savia primigenia parecía palpitar en las profundas y antiguas raíces insuflándole vida propia.

Durante el día avanzar resultaba agotador, pero apenas encontrábamos descanso cuando caía el sol ya que, por las noches, las pesadillas habían asolado el sueño de varios miembros de la expedición que empezaban a decir que aquel bosque estaba encantado y maldito. Sinceramente, no sé si lo estaba o no, pero sí sé que, durante la tercera noche, el bosque cobró vida y empezó a moverse sembrando el caos y el pánico, aunque lo que se movía no eran los árboles, ¡eran los hambrientos retoños oscuros de Shub-Niggurath!

Sus largos y viscosos tentáculos, aquellas ominosas pezuñas que aplastaban todo a su paso y las bocas, abiertas y supurantes, repartidas por aquel cuerpo oscuro como el petróleo que apestaba a muerte. El infierno acababa de abrirse en aquel bosque demencial…

viernes, 4 de marzo de 2022

THE BATMAN - MICHAEL GIACCHINO

TÍTULO: The Batman
AUTOR: Michael Giacchino
AÑO: 2022
ESTILO: Banda Sonora Original
SELLO: Water Tower Music

"En el segundo año de su lucha contra el crimen, Batman investiga la corrupción que recorre Gotham City y cómo esta conduce hasta su propia familia, mientras se enfrenta a un asesino conocido como Enigma".

Batman, uno de los grandes iconos de la industria del cómic y, sin duda, el enmascarado más famoso de DC Comics. Batman, posiblemente el personaje más atormentado creado jamás, en permanente conflicto consigo mismo y rebosante de dilemas morales. Batman, probablemente unos de los personajes que más veces se haya llevado al cine y que más ha visto evolucionar su figura, desde los tiempos de Tim Burton hasta esta última interpretación de Matt Reeves, sin olvidar, por supuesto, la obra maestra que firmó Christopher Nolan. Batman -creado en el año 1939 por Bob Kane & Bill Finger- ha logrado llegar al año 2022 en plena forma y tratando de demostrar que aún hay historias interesantes que contar sobre él.


Parecía que después de la monumental trilogía de Nolan no quedaba nada más que decir y que el guardián de Gotham había tocado techo. Disociar la imagen de Christian Bale, imaginar a otro bajo la capucha, era complicado, pero primero Ben Affleck y ahora Robert Pattinson, han logrado que la leyenda de Batman renazca una vez más. Algo similar sucedía con la música que acompañaba a Batman, estrechamente vinculada a la omnipresente figura de Hans Zimmer. El alemán había compuesto la banda sonora de "Batman Begins", "The Dark Knight" (ambas junto a James Newton Howard) y "The Dark Knight Rises" y, además, también era autor del soundtrack de "Batman vs Superman: Dawn of Justice" (esta vez en colaboración con Junkie XL). Aunque, para qué negarlo, algunos le seguíamos teniendo mucho cariño a la partitura de Danny Elfman para el "Batman" de 1989. Y de eso precisamente voy a hablaros, de la banda sonora de "The Batman".

¿Está el "The Batman" de Michael Giacchino a la altura de sus predecesores? Bueno, experiencia no le falta y ya ha transitado el universo de los superhéroes con buenas partituras como las que acompañan a la última y exitosa saga de Spiderman o la de "Doctor Strange". Además, conviene destacar su buen hacer en la trilogía de "El Planeta de los Simios", en el relanzamiento de los entrañables dinosaurios de Spielberg con "Jurassic World" o en "Rogue One: a Star Wars story", sin olvidar que posee auténticas joyas como "Up", "Ratatouille" o "Star Trek". Queda claro, pues, que estamos ante un gran compositor, acostumbrado a superproducciones y con una trayectoria más que sólida.


El resultado es, en mi opinión, excelente; "The Batman" es oscura, angustiosa, con escasos momentos de respiro, con un punto cercano al terror, algunos pasajes rayando el desquicie y muy pocas concesiones para lo hermoso. El tema de apertura es toda una declaración de intenciones, contiene todos los matices que vamos a encontrar a lo largo de casi dos horas de banda sonora. Da la sensación de que Giacchino, prácticamente, compone basándose en la abrumada mente de Bruce Wayne-Batman y sus constantes disyuntivas, apenas ofrece descanso y cuando, por fin, llegan unas notas más tranquilas y hermosas... te libera un instante para que puedas volver a coger aire, pero dura poco: el ambiente opresivo de Gotham volverá a apoderarse de todo.

Tal vez no sea una composición para ser escuchada sin la película, no es tan disfrutable como otras piezas de Michael Giacchino, pero es una partitura perfecta para "The Batman". Acompañarlo por los bajos fondos de Gotham City, descubrir la corrupción que pudre la ciudad, conocer a los personajes siniestros que manejan los hilos del poder y no poder quitarte de encima esa pegajosa e inevitable sensación de que no puedes confiar en nadie; todas y cada una de esas percepciones angustiosas quedan muy bien recogidas en la música de Giacchino.


No es una partitura poderosa y épica como la de Zimmer, aunque de vez en cuando flirtee con las percusiones, y tampoco es una composición pletórica y gótica como era la de Elfman, pero Giacchino ha logrado imprimirle su propia personalidad, generando una nueva sonoridad para el personaje. "The Batman" es variada en una instrumentación en la que caben hasta las campanas, el protagonismo irá saltando de los instrumentos de cuerda a los de viento, aunque, para mí, es fundamental la presencia del piano. No abusa de los coros, casi siempre en un inquietante segundo plano, y salvo por algún pasaje frenético en el que pisa el acelerador, es una partitura que avanza lentamente, que no te suelta nunca y que posee una encanto hipnótico.


En definitiva, "The Batman" es una buena película del Caballero Oscuro de Gotham con una composición a la altura del mítico personaje.

VALORACIÓN: 8/10